Laelia se encuentra en un yacimiento aún por desenterrar en el Cerro de La Cabeza en Olivares y es un tesoro histórico y arqueológico que merece ser conocido y valorado. Este lugar se encuentra en la cornisa noroeste del Aljarafe, entre las poblaciones de Olivares y Albaida del Aljarafe y está lleno de historia y cultura.
El Tell se trata de una elevación del terreno no natural, que se ha formado por la superposición de construcciones de diversas culturas.
Bajo él, existen 20 metros de estructuras y rellenos históricos superpuestos que van desde el final del neolítico hasta el calcolítico entre el 5000 y el 3000 a.C.
Este asentamiento fue fundado durante el periodo tartésico, en el Bronce Final, y recibió una fuerte influencia fenicia a partir del siglo VIII a.C. De hecho, aparece citado por Plinio en Historia Natural junto al río Ménuba. Si tenemos en cuenta la antigua costumbre de los turdetanos de denominar con el mismo nombre a la ciudad y al río que la bañaba, se plantea la hipótesis de que el nombre original pudiera ser Maenuba (el actual Guadiamar); este nombre originario fue cambiado en época romana por Laelia, quizás en honor de Cayo Lelio Sapiente, militar romano que llevó a cabo campañas sobre estos territorios en el siglo II a.C. y que colocó a Laelia en los mapas del imperio romano.
La ciudad de Laelia alcanzó su máximo esplendor urbanístico en el siglo II de nuestra era. Se conservan estructuras de distintas épocas: puerto o embarcadero sobre el Maenuba, parte del baluarte romano, vestigios de una canalización y restos de una alquería medieval con un molino andalusí. Las calles y viviendas están enterradas en la cumbre de la meseta artificial y bajo una plantación de olivos, en una superficie de 2,5 hectáreas. Se mantuvo poblada hasta la conquista cristiana en el siglo XIII, cuando quedó desierta.
El río Ménuba o Guadiamar permitía la navegación a los barcos que exportaban los productos agrícolas y sobre todo metales y minerales de las minas de Aznalcóllar.
Esto facilitó el intercambio entre turdetanos, fenicios y cartagineses y contribuyendo al desarrollo de la ciudad que llegó a acuñar moneda propia en época republicana.
En la zona también se encuentran otros vestigios de la época como la Fuente Archena, situada a 2,5 km de Albaida, que consiste en un depósito o aljibe subterráneo de unos 15 metros de profundidad que suministraba agua a la ciudad a través de galerías subterráneas de techos abovedados.
Otro ejemplo de la riqueza arqueológica de la zona es el Muelle Romano, que nos muestra cómo el ancho cauce del río Ménuba permitió la navegación, al menos en invierno. Este muelle se encuentra en el término municipal de Olivares y fue descubierto en los años 80. Se trata de una construcción de grandes bloques de piedra que forman una especie de espigón que se adentra en el río. Se piensa que servía para facilitar el embarque y desembarque de mercancías y viajeros. Además, en el entorno del muelle se han encontrado varios restos de cerámica y otros objetos que demuestran que el comercio y la actividad portuaria estuvieron muy presentes en la zona durante la época romana.
Por útlimo debemos destacar el Acueducto
Romano, cuya construcción fue un gran logro de ingeniería para la época. Fue diseñado para aumentar el caudal de agua que abastecía a Itálica, que estaba en constante expansión urbana con la ampliación de la ciudad por Trajano y Adriano en el siglo II d.C. y para lograrlo se necesitó la construcción de dos acueductos diferentes: uno desde Gerena y otro desde Tejada.
La parte del acueducto que pasa por Olivares tiene 512 metros de trazado aéreo y alcanza una altura de hasta 4 metros. Es el único ejemplo en la Península Ibérica de un acueducto construido íntegramente en ladrillo. Y hoy en día está oculto entre los olivos y la vegetación del Corredor Verde del Guadiamar.
En definitiva, el yacimiento del Cerro de La Cabeza en Olivares es un importante testimonio del pasado histórico de la región del Aljarafe, con vestigios que abarcan desde la Edad del Bronce hasta la época medieval. La presencia de diferentes culturas a lo largo de los siglos y la importancia de la navegación por el río Ménuba contribuyeron al desarrollo y prosperidad de la ciudad de Laelia, cuyo esplendor urbanístico se alcanzó en el siglo II. A día de hoy, el yacimiento sigue siendo objeto de estudio y conservación por parte de los arqueólogos y expertos en patrimonio, permitiéndonos conocer más sobre nuestra historia y nuestras raíces.
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