El Renacimiento de la pintura sevillana
En los albores del siglo XVII, cuando Sevilla emergía como una de las ciudades más ricas y cosmopolitas de Europa, un pintor revolucionó el lenguaje visual del arte sacro andaluz. Juan de Roelas, de origen flamenco y formación veneciana, trajo consigo una nueva sensibilidad pictórica que marcaría un antes y un después en la historia del arte español. Fue más que un artista: fue un puente entre el manierismo intelectual y el naturalismo emocional, un visionario que supo capturar lo divino con humanidad y lo cotidiano con trascendencia.
Este artículo recorre la vida, obra y legado de Juan de Roelas, poniendo el foco en su impacto en la pintura barroca sevillana y su vínculo con la Orden de la Merced, para comprender por qué su nombre sigue resonando con fuerza en la historia del arte.
Juan de Roelas: Biografía de un innovador

Aunque su lugar de nacimiento aún genera debate, se acepta generalmente que Juan de Roelas nació en Flandes hacia 1570. Se estableció en España siendo joven y, tras formarse en el estilo manierista, pronto mostró una preferencia por el dramatismo cromático y la composición libre heredados de la escuela veneciana. Fue ordenado sacerdote en 1603, lo que marcó profundamente su producción artística, centrada en temas religiosos y de gran carga teológica.
Gracias a su prestigio, Roelas fue nombrado capellán del Conde-Duque de Olivares y posteriormente capellán real en Madrid. Sin embargo, eligió retirarse a la Colegiata de Olivares, donde murió en 1625 y fue sepultado con honores, dejando un legado que aún inspira a artistas y estudiosos.
El estilo pictórico de Roelas: Entre el cielo veneciano y la tierra andaluza
La pintura de Roelas se caracteriza por:
- Composiciones verticales que elevan lo espiritual.
- Paleta cálida y luminosa, con influencias evidentes de Tiziano y Veronés.
- Figuras humanas expresivas, que transmiten emoción y cercanía.
- Fondos arquitectónicos y naturales, que integran lo divino con lo cotidiano.
Frente al manierismo frío y distante de pintores como Francisco Pacheco, Roelas propuso una pintura más humana, cercana al pueblo, y profundamente devocional. Esta transición lo posiciona como precursor del barroco sevillano, abriendo camino a maestros como Zurbarán, Murillo o Valdés Leal.
Obras clave para la Orden de la Merced: Espiritualidad en estado puro
Uno de los aspectos más fascinantes de Roelas es su vínculo con los mercedarios. Entre sus obras más destacadas para esta orden religiosa están:
1. La Lectura de Santa Ana (Casa Grande de la Merced, Sevilla)

Esta pintura es un canto al aprendizaje piadoso. María, niña, escucha atentamente a su madre Santa Ana, mientras Joaquín observa con ternura. El naturalismo del ambiente doméstico y la ternura de los gestos aportan una espiritualidad accesible y profundamente humana.
2. Serie de Sanlúcar de Barrameda
Roelas pintó al menos nueve cuadros para el retablo mayor del convento mercedario descalzo de Sanlúcar. Destacan:
- La Adoración de los Pastores
- La Adoración de los Reyes Magos
Estas obras muestran una composición teatral y dinámica, con personajes que parecen romper la cuarta pared para conectar con el espectador.
3. Pinturas para la Merced Descalza de Huelva
Aquí retoma esquemas compositivos de grabados italianos, pero les infunde su particular sensibilidad, dotando a cada escena de una dimensión emocional y narrativa inédita en la época.
“El Martirio de San Serapio”: Crudeza y redención

Una de las obras más impactantes de Juan de Roelas es El Martirio de San Serapio, realizada para la Casa Grande de la Merced de Sevilla. En ella, el santo aparece atado, desnudo, muerto en el suplicio. La escena es desgarradora, con una crudeza que recuerda el realismo de Caravaggio. Pero Roelas añade una figura que lo diferencia: un joven negro observa la escena. Esta inclusión, poco habitual en la pintura española de la época, aporta una dimensión simbólica y universal a la obra, convirtiéndola en un grito contra el sufrimiento y la injusticia.
El legado de Roelas en Olivares
Roelas no solo trabajó en Sevilla. Su vinculación con el Conde-Duque de Olivares lo llevó a desarrollar una relación especial con esta localidad del Aljarafe sevillano. En su última etapa, se retiró a la Colegiata de Olivares, donde ejerció como canónigo. Allí falleció en 1625, siendo enterrado en el panteón de los canónigos, en un gesto que reconoce su doble condición de artista y sacerdote.
La elección de Olivares como su última morada no fue casual. Allí encontró recogimiento, espiritualidad y reconocimiento. Y hoy, el pueblo honra su memoria como uno de los grandes pilares de su patrimonio artístico e histórico.
Juan de Roelas en la historiografía del arte
Durante siglos, la figura de Roelas fue oscurecida por la fama de Murillo y otros barrocos sevillanos. Sin embargo, desde finales del siglo XX, su obra ha sido objeto de una revalorización crítica. Estudios recientes lo sitúan como figura clave del tránsito entre dos mundos artísticos y como pionero del lenguaje visual que dominaría la pintura sacra andaluza durante todo el siglo XVII.
¿Por qué debemos seguir mirando a Roelas?
Juan de Roelas supo ver a Dios en los gestos cotidianos, en los rostros emocionados y en los escenarios familiares. Fue un pintor del alma, que puso color a la fe y humanidad al misterio. Su obra no solo embellece los templos, sino que nos recuerda que el arte puede ser puente entre la tierra y el cielo, entre la historia y la emoción.
Redescubrir a Roelas es redescubrir una Sevilla más luminosa, más humana y más devota. Por eso, visitar Olivares, admirar sus cuadros y hablar de su legado no es solo un acto cultural, sino también un acto de justicia histórica.